A las 11:00 de la noche de un ya lejano 15 de septiembre de 1915, nació en Zimatlán de Álvarez Otilia Victoria Pérez Amaya.  Su madre murió a los 15 días de haber nacido ella, por lo que la crío mamá María, como ella llamaba a la Señora que la acogió y la “logró” -dicen en nuestros pueblos- Mamá María murió cuando ella tenía 15 años, muchos 15s en la vida de Doña Otilia. Cuando cumplió 20 años se fue a trabajar a la Ciudad de Oaxaca, motivada y llevada por sus tías y porque su papá le dijo que ya no podría mantenerla. De Oaxaca se fue hacia los ranchos donde se realiza la zafra; se trata de regiones rurales en donde se recoge la caña de azúcar para elaborar azúcar, panela y aguardiente. De ahí se mudó a Veracruz en donde  se casó, teniendo ella 25 años. A los 30 años de casada enviudó y ese mismo año se volvió a casar; su segundo esposo tan solo tenía 25 años.  Cuando falleció su segundo esposo se regresó a vivir a Zimatlán en donde vivió sus últimos 20 años. Apenas en el 2015 sus familiares y amigos le festejaron sus 100 años de edad.

Doña Otilia vendía plantas que producía en su traspatio, flores, plantas de olor y medicinales. Un día alguien le aconsejó que vendiera productos de Amaranto, que se vendían en “Amaranto de Mesoamérica” dentro de la misma población en Zimatlán, así lo empezó a hacer y contaba muy divertida que las personas bromeaban con ella diciéndole: “yo no quiero alegrías, quiero que me venda tristezas”, ella contestaba: “yo no vendo tristezas, solo vendo alegrías”.  Aproximadamente 10 años duro vendiendo los productos nutritivos de amaranto en Zimatlán, era muy interesante ver a una ancianita por las principales calles de Zimatlán ya sea tocando de puerta en puerta o bien pregonando “compre amaranto” o bien “compra alegrías de amaranto”. Gustaba mucho de cantar, aprovechaba cualquier oportunidad para deleitar a las personas con sus canciones que hablaban de la revolución mexicana.

El día de hoy (20 de Octubre del 2016), cerró sus ojos para siempre la vendedora estrella y también la vendedora más longeva de amaranto, después de cumplidos los 101 años. Una de sus últimas preguntas fue ¿a cómo estamos?, y era porque esperaba estar recuperada para vender calaveras de amaranto que ya se han vuelto una tradición en estos días.  Cuando los familiares que la cuidaban le decían la fecha, exclamaba “todavía falta,  me da tiempo recuperarme”.

EN PAZ Descanse Doña Otilia Victoria Pérez Amaya!