Elena Cruz Sánchez
Una mujer de 58 años originaria de Jalapa del Valle, nació en el seno de una familia dedicada al campo. Sus primeros años estuvieron marcados por un breve pero significativo contraste, esto a causa de una oferta de trabajo para sus padres,lo cual hizo que ella y su familia se trasladaran a la Ciudad de México. Elena recuerda vívidamente cómo en la gran urbe predominaba el cemento, sin rastros de pasto o flores, algo que; por supuesto, a ella no le agradaba.
Para su fortuna, unos años más tarde, regresó a Jalapa, experimentando un reencuentro transformador con la naturaleza y el campo. Sus abuelos; convirtiéndose en sus maestros, le enseñaron el arte de sembrar, incluyendo la germinación y todo el proceso del crecimiento de las plantas, centrándose especialmente en el maíz y el frijol. Este periodo marcó en ella, el nacimiento de un profundo amor por la tierra, el campo y por su comunidad.
Durante su educación primaria, Elena vivió una experiencia que marcaría su vida. En quinto y sexto grado, a los estudiantes se les asignaron espacios para cultivar hortalizas como rábanos y lechugas. Con mucha dedicación, los niños acarreaban agua en jarrones de barro, desde el río, con el propósito de regar sus cultivos. Consecuentemente vendieron sus productos y hortalizas, después de cosecharlas, permitiéndole realizar una excursión a Monte Albán, junto a sus compañeros, siendo ésta, su primera experiencia tangible del fruto de su propio trabajo agrícola.
Las enseñanzas de Elena no se limitaron al campo. Su abuela la instruyó en el arte de hacer tortillas, un proceso que le tomó tres meses dominar. Además, aprendió a preparar pinole, nicuatole y chileatole, todos alimentos con el maíz como ingrediente principal. Estas experiencias fortalecieron su conexión con el campo y la cultura de su comunidad.
Ahora que Elena participa en la escuela de campo, ve una oportunidad invaluable para mejorar el entorno y fomentar el amor por la tierra en las nuevas generaciones. Cree firmemente que al sembrar y observar el crecimiento de las plantas puede dejar una huella
imborrable en los niños, inspirándolos a valorar y continuar el trabajo agrícola en el futuro. Elena reconoce que la agricultura puede ser un desafío, especialmente por los costos de los insumos agrícolas. Sin embargo, su participación en la escuela de campo le ha enseñado nuevas prácticas que reducen gastos y mejoran la producción. Ha experimentado con diversos cultivos, como la jamaica, lo que la ha llevado a ampliar sus conocimientos.
Actualmente, Elena ha establecido un huerto en su hogar y, junto con su esposo, planea invertir en una superficie más grande para cultivar hortalizas orgánicas con fines comerciales. Su espíritu emprendedor la llevó a sembrar sandías y lechugas, e incluso a implementar sistemas de recolección de agua de lluvia en un terreno montañoso sin acceso a agua potable.
Elena enfatiza la importancia de dar el primer paso y aprovechar los recursos disponibles. Aboga por la participación de los jóvenes en la agricultura, recordándoles la importancia de preservar y cultivar para las generaciones futuras. Elena nos comparte una frase que resume su filosofía de vida: “Si tú comes nueces y las disfrutas, antes de morir siembra un árbol de nueces para que otros, como tus hijos y nietos, puedan aprovecharlas”.
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2 Ene, 2025