Maximiliano Cristóbal

San Jerónimo Taviche

En las tierras de San jerónimo Taviche, vive Maximiliano Cristóbal Santiago Hernández. A sus 29 años, Max, como lo llaman cariñosamente en su comunidad, es el vivo reflejo de una nueva generación de agricultores: con raíces profundas en la tradición y la mirada puesta a un futuro mejor. Desde muy pequeño, Max aprendió el valor de la tierra de la mano de sus padres; Cuenta con una risa nostálgica,

“Mis padres me enseñaron que sembrar no es solo un trabajo, es dar vida. Desde pequeño a lado de mis padres sembraba maíz, garbanzo y chícharo, algo que hoy es parte de mis raíces.”


Actualmente, Max ve en cada surco una oportunidad de cambio. “Sembrar es vida”, afirma con convicción, “y con cada buena práctica que implementamos, contribuimos, aunque sea un poco, a frenar el calentamiento global”. Con el paso de los años y los valores que su familia le ha inculcado, Max, ha encontrado su propósito en la vida. Aunque el camino de Max no ha estado exento de desafíos. 

Vivir de lo que cultivas es toda una experiencia… y un reto constante”, admite. Con una risa que esconde preocupación, cuenta sobre sus batallas contra el gusano de alambre y la gallina ciega. Al no contar con recursos suficiente, el control de las plagas se ha vuelto uno de los principales retos para Max, y su familia, en ocasiones, la presencia de plagas le han causado pérdidas que pone en riesgo la seguridad alimentaria de él y su familia. Aunque Max, cree que cada obstáculo es una lección, al mismo tiempo que una oportunidad para aprender y mejorar.
Recientemente, con la involucración del Centro de Desarrollo Comunitario Centéotl A.C, Max ha podido ampliar sus horizontes. Además del maíz y las legumbres tradicionales, está comenzando a experimentar con hortalizas. Al hablar de la escuela de campo a la que asiste, él se siente muy feliz. “Es increíble ver el interés de la gente”, dice emocionado.
Estamos aprendiendo muchas cosas que ayudan a nuestros cultivos, también a recuperar la sabiduría de nuestros ancestros. Y lo mejor es que los insumos no son tan costosos como los químicos”.

Max no es ajeno a la tecnología, el comparte que pasa tiempo en sus redes sociales, pero que lo usa para aprender. Cuenta cómo se unió a un grupo llamado “Agricultura en el campo” en Facebook. Ahí, los productores comparten sus experiencias. Fue así como descubrió el cultivo de maracuyá. Narra cómo llevó sus primeros frutos al mercado de Ocotlán, en donde la recepción fue muy buena.
Con las asistencias a la escuela de campo menciona que:
“Este año”, quiero poner en práctica todo lo que he aprendido en los talleres. Quiero demostrar que es posible cultivar la tierra sin usar tanto químico y, al mismo tiempo, obtener buenos resultados.”

Así como Max, este año, más jóvenes se beneficiaron directamente del programa “Desarrollo integral en los Valles Centrales de Oaxaca”, apoyado por Groundswell International y llevado a la práctica por el Centro de desarrollo comunitario Centéotl A.C, y su programa: Centro Demostrativo y Capacitación Agroecológica.