Nacer en el campo es hermoso, la vida es tranquila, muy satisfactorio, se lleva una vida plena. Pero también es muy duro; es muy difícil porque lo que se produce tiene muy poco valor. El trabajo del campesino no es valorado; ¡pareciera que se le desprecia! Es muy difícil vivir del campo. Cuanta gente tiene que emigrar de su lugar de nacimiento buscando una mayor estabilidad económica, mejores condiciones de vida, lo cual tampoco es fácil, es posible acceder a empleo; muy mal pagados por cierto; generalmente el trabajo en las ciudades o localidades muy grandes es a costa de la salud. Luego una vez imposibilitados, incapacitados o envejecidos, soñamos en retornar a nuestros lugares de origen, a tener una vejez más apacible, sana o saludable; “una vejez digna”; comentan muchos. La mayoría de las veces esto no pasa de ser un mero sueño; pues nunca se hace realidad, esto básicamente porque las condiciones del campo no han mejorado, más bien al contrario, han empeorado, pues además del desastre ecológico que se tiene derivado del cambio climático y que se manifiesta directamente en escasez de lluvia, canículas más severas, periodos más corto de lluvia; temperaturas elevadísimas, fríos extremos, invasión de plagas nuevas e incontrolables. La corrupción, la manipulación política y el juego de las instancias; haciendo como que trabajan en pro del campo, cuando en realidad no hacen más que tomarse la foto con los mismos; el campesino para las instancias se vuelve mero folklor, se otorgan recursos curiosamente con quienes no necesitan los apoyos pero que si tienen los canales y las formas para acceder a las exigencias de “las reglas de operación”, que se han realizado nunca pensando en las personas empobrecidas del campo. Se añaden conflictos sociales entre comunidades campesinas y una degradación generalizado de los suelos agrícolas.